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CENTRADOS EN LAS PERSONAS

martes, 5 de abril de 2011

LAS POSICIONES EXISTENCIALES

Toda persona humana tiene una gama de creencias y sentimientos sobre sí mismo, sobre los demás y sobre el mundo. El origen de estos conceptos se enraíza en la infancia:

1- En la calidad de la interacción que la persona mantuvo.
2- En la cantidad y cantidad y características de las "caricias" que recibió
3- Y en los contenidos de los "modelos de comportamiento" con los que anduvo en contacto que catalizaron su necesidad de identificación.

Damos el nombre de posición existencial al conjunto de conceptos y sentimientos que mantenemos sobre nosotros mismos, sobre los demás y sobre el mundo. Así pues, la posición existencial está intrínsecamente unida a nuestra identidad, a los valores que practicamos, la percepción y predisposición actitudinal que tenemos frente a los demás y, en general, como su propio nombre indica, la posición existencial es una forma de situarnos frente al mundo.

Las primeras influencias externas importantes para la persona tienen lugar ya en el inicio de la lactancia bajo la fachada de aspectos insignificantes o de ninguna importancia pero que van siendo pequeños detalles que acumulándose irán dando lugar a los complicados entresijos de la personalidad posterior. Generalmente esas primeras escenas son entre el niño y la madre con pocas interferencias externas y van a estar determinadas por detalles tales como "todavía no es la hora", "siempre que estés dispuesto", "siempre que yo tenga gana", "date prisa que...", "como muerdas te...", "mientras mamá fuma", "que crío más nervioso", "nunca tiene bastante,", "parece `pálido", "que se tome el tiempo que quiera", "¿verdad que es asombroso?", "arrullo". En otros lugares y en otros momentos se irán dando diferentes situaciones que podrán expresarse de formas similares, por ejemplo, cuando aprende a andar: "si, y que se mate", "mamá te llevará", "¡has visto que hombre!", "mira que piernezuchas" "parece débil", "fulano lo hizo al tal mes" "este si va andar", "déjamelo a mi". O en el cuarto de aseo: "ahora es la hora", "cuando estés preparado", "mientras la mamá fuma", "si no te daré aceite de ricino", "si no te pondrás malo", "déjalo que lo haga a su modo", "eso es ser un buen chico", "e-e-eeso es ser un buen chico", también ocurren con frecuencia este otro tipo de pasajes: "tú inténtalo", "¡haré que lo haga!", "le estás molestando", "¿y tu por que no?... Sí, pero".

Después de reflexionar brevemente sobre los distintos ejemplos, podemos ir ya dándonos una idea de cuales van a ser triunfadores o fracasados o, al menos, que dirección van a iniciar. En palabras de Berne, cuales van a ser "Príncipes o Princesas" y cuales "Ranas"
En función de esos verdaderos montones de vivencias el niño va a desarrollar una serie de convicciones sobre sí mismo, sobre los demás y sobre el mundo y es muy probable que ellas le acompañen el resto de su vida. A estas convicciones es a lo que llamamos Posición Existencial y, pueden resumirse de la siguiente manera: 1º Yo estoy bien. 2º Yo no estoy bien 3º Tu estás bien. 4º Tu no estás bien. Sobre la base de estas, toma su decisión vital: "este es un mundo bueno y algún día lo haré mejor", a través de la ciencia, la música, la poesía, el servicio. "Este es un mundo malo, algún día me mataré", o mataré a... o me volveré loco.

Quizá no sea tan radical y la decisión sea más cercana a "este es un mundo mediocre", donde uno hace lo que tiene que hacer y a veces lo pasa bien. O un mundo duro donde se nace para trabajar. O un mundo complicado donde no te puedes fiar. O un mundo insensible donde nadie se ocupa de nadie. O un mundo en el que uno está de paso, etc.
Escribiendo de una forma abreviada: + como equivalente a estar bien y - a no estar bien, las convicciones existenciales dicen Yo+ o Yo- ; Tu+ o Tu-. Las posibles ordenaciones de estas convicciones dan cuatro Posiciones Existenciales. 

A saber: Yo+ Tu+, Yo+ tu-, Yo- Tu+, Yo- Tu-.

Es importante destacar que estas decisiones existenciales básicas se adoptan desde la perspectiva del pensamiento del niño, antes de los ocho años. Por tanto, de cualquier manera, como a esa edad no dispone de un Adulto apto e informado, la decisión, andando el tiempo, resultará inadecuada. Máxime si pensamos en las características del pensamiento anterior a esa edad (Mágico, animista, egocéntrico, etc).

Por ello, cualquiera de esas 4 posiciones de origen infantil que se mantenga invariable a lo largo de la vida del individuo se tornará inadecuada y adquirirá un carácter patológico.

La posición REALISTA, que corresponde al Adulto integrado, es resultado de la valoración de las oscilaciones y cambios que el sujeto experimenta a lo largo de las sucesivas etapas de su vida y de la asimilación de aprendizajes que efectúe. La experiencia personal de cada uno atestigua que no siempre y de forma invariable se está bien o no. Por ello esta quinta posición o Posición Realista es Yo+/- Tu +/-.

Además, cada persona tiene limitaciones, rasgos neuróticos, paranoides y depresivos que mantiene dentro del umbral de la tolerancia. Todos generamos problemas que la dinámica de la interacción logra remontar con mayor o menor dificultad. Desde la posición realista, junto a los deficiencias de las personas, están también la dimensión de sus capacidades, aprendizajes, valores y habilidades que les caracterizan y les hacen útiles a sí mismos y a los demás.

Las posibles posiciones existenciales son las cinco que están representadas en el cuadro.

YO + TU + MANIACA
YO+TUPARANOICA
YO +/- TU +/- REALISTA
YO - TU - NIHILISTA
YO - TU+ DEPRESIVA

lunes, 7 de marzo de 2011

El psicólogo coach, otra forma distinta de cambiarnos la vida
03.03.2011 Alfonso Alonso, Gerente de negocio de Advance Strategic Consulting. ADS.

¡Parece que el Coaching está de moda! Y hasta incluso se empieza a propagar la idea de que todo el mundo vale para hacer Coaching. En Román paladino, que cualquiera que se haga un curso de Coaching ya puede empezar a ejercer como coach. Pues bien, esa forma de pensamiento deteriora dicha profesión.

Tomarse el coaching como la novedad o lo curioso, no hace más que dificultar y poner trabas a los auténticos profesionales: los que se toman la profesión en serio.

Para saber si tengo que acudir a un coach, tengo que saber en qué consiste el coaching. Éste se define como un conjunto de entrevistas individuales entre un profesional (coach) y una persona (coachee), para ayudar a dicha persona (coachee) a conseguir unas metas que pueden ser tanto personales como profesionales.

A todo esto hay que añadir que se escriben muchos libros sobre el tema y parece efectivamente que está muy de moda. Sin embargo, el coaching puede resultar peligroso en manos de personal no cualificado para su ejercicio. No se trata de asustar, sino de ser responsable.

Aunque se ha escrito y hablado de muchos tipos de este disciplina, nos vamos a quedar con cuatro de ellos: Coaching Life o Personal, Coaching de Parejas, Coaching Ejecutivo y Coaching de Equipos.

Ahora imaginemos que alguien acude a un coach. En este caso hay que pensar que nos ponemos en manos de alguien que “nos puede desnudar el alma”, al igual que cuando acudimos al psicólogo, que le contamos nuestros pensamientos más íntimos, nuestra esencia como personas… ¿en manos de quién nos ponemos? Es fundamental que todo se regule de forma más exhaustiva, para no caer atrapados con alguien que no sabemos si está cualificado o no. Por supuesto, no queremos menospreciar a los auténticos profesionales de esta materia. Pero antes de acudir a un coach tenemos que cerciorarnos muy bien de que, efectivamente, es un buen profesional y está cualificado para ejercer su profesión.

Entonces, ¿cuál es la diferencia entre acudir a un psicólogo o a un coach? Para responder a esta pregunta, coniviene destacar a la psicología como una ciencia para analizar y entender el comportamiento humano. De hecho, se ha posicionado claramente en todo tipo de escenarios sociales.

Actualmente, hay muchas personas que mezclan el concepto de psicólogo y coach. Es cierto que pueden usar en algún momento dado técnicas parecidas, pero no necesariamente. Cada uno tiene sus propias técnicas. Por otra parte, últimamente ha surgido la figura del Psicólogo Coach que está teniendo un fuerte impacto en nuestra sociedad actual. De hecho, es primordial que para hacer Coaching Personal y Coaching de Parejas, el instructor tenga estudios de Psicología, puesto que se puede dar situaciones emocionales intensas complicadas de manejar. Por tanto, el Psicólogo Coach ofrece al coachee la garantía de estar en manos de un buen profesional. Primero, porque es un psicólogo, y segundo, porque es un coach.

Por otro lado, también es necesario aclarar y entender la diferencia que existe entre un Psicólogo Coach y un Psicólogo Clínico o terapeuta. Es importante esta aclaración, para saber cuándo hay que acudir a un profesional u otro.
 El terapeuta o psicólogo clínico se basa en diagnosticar un problema que afecta al paciente, el cual no puede ejercer una vida con total y absoluta normalidad.
 El terapeuta va al síntoma y trata el síntoma. Mientras que el psicólogo coach, no precisa de un diagnóstico, de encontrar el síntoma o “dolencia”, sino que lo que pretende es empezar desde “cero”, enseñarle a ver la realidad de otra forma, y potenciar única y exclusivamente los aspectos positivos. De hecho, un buen psicólogo coach, no debe centrarse en los aspectos negativos. Se centra en el “ahora” para proyectarlo en el futuro, mientras que el terapeuta se centra más en el “ayer” para proyectarlo al futuro.

En definitiva, el psicólogo coach lo que pretende es mejorar el rendimiento y la calidad de vida de la persona (no del paciente), que acude a un programa de Coaching a través y como resultado de enseñarle de forma distinta, cómo mejorar en la experiencia de la vida, en el rendimiento del trabajo, y por último, en el crecimiento como persona. Todo este proceso, lo realiza y aplica el psicólogo coach, a través de las herramientas y técnicas que ha ido aprendiendo desde el conocimiento más profundo durante sus estudios universitarios y la experiencia profesional.

jueves, 17 de febrero de 2011

Acabar con el 'no tengo tiempo'

 Hay que alertarse en los “tengo que”, “me gustaría”, “me encantaría, pero...” y poner especial atención en los “quiero”, “voy a por ello”. Estos últimos indicadores de compromiso que expresamos a través del lenguaje hacen de palanca priorizando unas tareas sobre otras. Por eso cuando tenemos claro lo que queremos y estamos involucrados, desaparece la excusa del “no tengo tiempo”.

El grado de compromiso se muestra patente tanto individual como colectivamente. Pensemos en términos deportivos e imaginemos a nuestro equipo en el campo de juego, a los pocos minutos notaremos claramente esa emoción y leeremos la capacidad de compromiso que mantienen en cada momento.

Como en el deporte y en la vida personal, del mismo modo en el trabajo, la responsabilidad, la implicación y el compromiso se hacen presentes durante el desarrollo de las tareas cotidianas. Fomentar esta actitud en el entorno laboral supone crear una conciencia positiva y una mayor y más responsable orientación hacia los objetivos.

El compromiso será un aspecto importante a tener en cuenta en un proceso de coaching para el desarrollo personal y profesional; genera acción y, por tanto, aprendizaje.

 Una vez sopesados los beneficios y riesgos es importante sentirnos libres a la hora de decidir, seguir adelante con un compromiso, renegociarlo o romperlo. En nuestra mano está elegir con qué actitud nos queremos relacionar con nuestras metas



El coach estará atento a la coherencia y correspondencia entre el objetivo que define el cliente y aquello con lo que se compromete. Para descubrir si existe tal correspondencia el coach hace un seguimiento de las acciones que desarrolla el coachee y analiza si están alineadas o no con el objetivo que persigue.

Otro punto a tener en cuenta, es identificar la emoción que se genera cuando una persona o un equipo está comprometido con algo. Si se leen los dominios de actuación en el coaching como son el lenguaje, el cuerpo y la emoción, podremos identificar cuándo una persona está comprometida o no, encontrando emociones como la ilusión, ambición, superación, optimismo y confianza.


La obligación Para ilustrarlo más claramente pensemos en lo contrario al compromiso, la obligación. Utilizaremos un ejemplo: En una sesión de coaching, el coachee expresa el siguiente objetivo “Tengo que aprender inglés para conseguir una promoción interna.”

Si seguimos explorando percibiremos un lenguaje del estilo “esto es lo que hay… si quiero promocionarme tengo que aprender inglés”...”Las cosas son así”...”no hay elección” y “si no lo hago me temo las consecuencias…”. Posiblemente la corporalidad irá acorde con esta actitud, será cerrada y no expansiva. Y la emoción es muy probable que sea de desgana, desilusión y falta de compromiso.

Los tres dominios, tanto el lenguaje, cuerpo y la emoción muestran coherencia y, leyendo cualquiera de ellos, observamos indicios de una falta de compromiso.

En este ejemplo nos damos cuenta de que el ejecutivo se está relacionando con ese objetivo desde la obligación, se siente forzado, puede ser por las circunstancias, por la cultura de su empresa, porque se lo ha pedido su jefe, por él mismo o por cualquier otra razón. Si esta situación la vive como algo que tiene que hacer y si la persona siente que el no hacerlo pudiera acarrearle consecuencias negativas, se está relacionando desde la obligación.

Por otro lado, paradójicamente, podemos vivir un compromiso, asimismo, desde la perspectiva de la obligación. Esto puede suceder cuando nos hemos comprometido a priori con alguien o con algo y no vamos a ser capaces de cumplirlo o el hecho de cumplirlo nos puede originar importantes complicaciones. En este caso, si seguimos adelante con el compromiso, se puede convertir en una obligación. Y si lo rompemos lo hemos incumplido. ¿Qué hacemos?

Un compromiso se puede renegociar e incluso romperse, una persona tiene la flexibilidad y la elección de decir qué hacer en cada momento. Es importante señalar que si un profesional está continuamente renegociando y rompiendo sus compromisos, su imagen pública puede verse perjudicada y eso afecta a su credibilidad. Sin embargo, una vez sopesados los beneficios y riesgos es importante sentirnos libres a la hora de decidir si seguir adelante con un compromiso, renegociarlo o romperlo. En nuestra mano está elegir con qué actitud nos queremos relacionar con nuestras metas.

En definitiva, el compromiso tiene la potencia que cada uno de nosotros decidamos libremente darle, y dependerá de que nos posicionemos desde dónde queremos vivirlo, que actuemos o no de acuerdo con el objetivo que perseguimos. Y que nos preguntemos ¿desde qué emoción queremos sentirlo?, ¿con qué actitud? y ¿con qué lenguaje?



Publicado en el Expansión y Empleo (16.02.2011 Maite Gómez Checa)

martes, 15 de febrero de 2011

EL MODELO DE LOS ESTADOS DEL YO



Eric Berne afirma que todos los seres humanos manifiestan tres estados del yo, definidos como sistemas coherentes de pensamiento y sentimiento manifestados por los correspondientes patrones de conducta. Es como si en cada persona existiera la misma criatura que ésta fue cuando tenía tres años. También hay en ella sus propios padres, en forma de grabaciones en el cerebro de auténticas experiencias de acontecimientos interiores y externos, los más importantes de los cuales se produjeron durante los cinco primeros años de vida. Y un tercer estado que es diferente. A los dos primeros los llamamos el Padre y el Niño y al tercero el Adulto.

Estos tres estados no son papeles sino realidades psicológicas. El estado es producido por la reproducción de datos registrados de acontecimientos del pasado, que se refieren a personas reales, tiempos reales, lugares reales, decisiones reales y sentimientos también reales. Los cambios de un estado a otro se manifiestan en la actitud, el aspecto, las palabras y los gestos.

Un Estado del Yo es "un sistema de emociones y pensamientos acompañado de su conjunto afín de patrones de conducta". (Berne, 1964,1987).

La misma idea de estado hace referencia al hecho, que todos conocemos, que una persona no siempre está con las mismas emociones, no siempre piensa lo mismo y no siempre se comporta externamente (habla y actúa) de la misma manera. Podemos cambiar de estado de un momento a otro y podemos tener conciencia de esos cambios y de esos diferentes estados. Pero son estados de un mismo yo, de una misma concepción de sí mismo más o menos estable y también más o menos dinámica, es decir cambiante con el tiempo conforme cambian las circunstancias externas e internas, y conforme vamos creciendo y vamos teniendo más experiencias en la vida.

viernes, 11 de febrero de 2011

Análisis Transaccional

La filosofía del Análisis Transaccional, basada en la filosofía humanista, parte del principio de que “todos nacemos bien”. Berne decía metafóricamente “todos nacemos príncipes y princesas”. Después en nuestras relaciones con los demás tomamos decisiones autolimitadoras con las que nos convertimos en “sapos o ranas encantadas”. Pero básicamente "Yo soy (OK) - Tú eres (OK)" como persona. Soy una persona digna de confianza y respeto básico en mi mismo y en el otro.

El segundo principio en que se basa el AT es que todos tenemos un cierto potencial humano determinado por los condicionamientos genéticos, circunstanciales de salud, y sociales de origen y procedencia, pero un cierto potencial humano, que podemos desarrollar. Las limitaciones externas al desarrollo de nuestro potencial humano, y sobre todo las limitaciones internas decididas tempranamente, producen la infelicidad, la auto-limitación de las habilidades personales para resolver problemas y enfrentarnos a la vida y en definitiva la
patología. De modo que yo soy responsable de mi vida y decido lo que es bueno para mi.

El tercer principio en que basa su filosofía el A.T. es que todos podemos cambiar en pos de la autonomía y tenemos los recursos necesarios para hacerlo. Estos recursos pueden ser personales o relacionales e incluyen la posibilidad de tomar nuevas decisiones más autopotenciadoras. El Análisis Transaccional usa información referente a la forma en que las personas -interactuan-o- transaccionan- uno con otro, desde cada uno de los Estados del Yo: el Padre, el Adulto y el Niño. Del análisis de estas interacciones, el análisis transaccional, con ayuda de los contratos terapéuticos, pueden ayudar a las personas a corregir patrones disfuncionales e improductivos del comportamiento diario que llamamos juegos y al hacerlo ayudan a que las personas a abandonar formas de interacción durante gran tiempo profundamente sostenidas, y que resultan nocivas y autolimitantes.